Todo empezó cuando Zoë Haratounian se hizo famosa. Una sencilla maestra de una escuela infantil de Londres abate a un ladrón con una sandía. Se había convertido en una especie de heroína, una celebridad, y resultaba divertido. Las fotos y las entrevistas dejaron paso a las cartas: primero una, felicitándola, luego otra, dándole las gracias por ser una buena ciudadana, y después otra y otra, montones de ellas: cartas de apoyo y de recriminación, mensajes de gente solitaria que hacen que Zoë sienta de algún modo que poco a poco van invadiendo su intimidad.
A Zoë, su propia vida le parece anodina: su trabajo en el colegio, un piso sórdido que compró en un mal momento, y su nuevo amor. Fred, al que por ahora solo le une el sexo y los amigos de él. Así que lo único que quiere Zoë es que las cartas dejen de llegar, vender su piso y continuar con su vida como si nada hubiera pasado. Pero no será tan fácil. La última carta que ha recibido no es como las otras. Contiene un par de hermosos cumplidos, una referencia a su belleza, al color de su pelo, y una sencilla frase: «Voy a matarte». Parece una broma. Pero no lo es. A partir de ahora sentirá miedo, un auténtico pavor a medida que el desconocido empiece un acoso despiadado, creando un cerco de pesadilla en torno a ella hasta que le resulte difícil respirar, hasta que no puede salir a la calle sin antes preguntarse: ¿Quién eres? ¿Dónde te escondes? ¿Y por qué me elegiste a mí?
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