Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicitaque le permita entrar en la ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar.El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.–Es posible –dice el portero–, pero no ahora.La puerta que da a la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace aun lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se ríe y le dice:–Si tanto es tu deseo, haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerdaque soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hayguardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que nopuedo soportar su aspecto
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