Acto primero Habitación con salida a un invernadero. TÍO. ¿Y mis semillas? AMA. Ahí estaban. TÍO. Pues no están. TÍA. Eléboro, fucsias y los crisantemos, Luis Passy violáceo y altair blanco plata con puntas heliotropo. TÍO. Es necesario que cuidéis las flores. AMA. Si lo dice usted por mí... TÍA. Calla. No repliques. TÍO. Lo digo por todos. Ayer me encontré las semillas de dalias pisoteadas por el suelo. (Entra en el invernadero.) No os dais cuenta de mi invernadero; desde el ochocientos siete en que la condesa de Wandes obtuvo la rosa muscosa, no la ha conseguido nadie en Granada más que yo, ni el botánico de la universidad. Es preciso que tengáis más respeto por mis plantas. AMA. ¿Pero no las respeto? TÍA. ¡Chist! Sois a cual peor
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