El «caso Nevenka» nunca ha sido el «caso Ismael Álvarez». ¿Por qué? Nevenka Fernández descubrió un día cómo se denominaba aquello que estaba viviendo: acoso, acoso sexual, y tuvo el valor de denunciarlo, de romper con su orden social sin tener otro de repuesto. No sabía entonces que su figura podría interpretarse como paradigma de unos modos universales y ancestrales, criticados públicamente pero demasiadas veces consentidos en la práctica. Y que se convertiría en la heroína literaria del más perspicaz observador de la realidad entre nuestros escritores: Juan José Millás.
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