Podríamos definir la historia de las mentalidades simplemente como la historia del acto de pensar, siempre que entendamos por pensar la manera que el ego tiene de percibir, crear y reaccionar frente al mundo circundante. No es pues la historia del pensamiento, ni de la cultura, por lo menos como se han entendido hasta hoy. Aunque nos disguste pretenderlo las palabras anteriores resultan una definición, como tal —y de común ocurrencia en estos casos— no encierra toda la profundidad ni las dimensiones del objeto definido. Quisiéramos ser más explícitos y más amplios y a ello dedicaremos gran parte de las páginas que siguen.
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