Este libro breve y fascinante , en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestrasnovelas de hoy, no es ni muchos menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad deaquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. El dorado , nuestropaís ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando delugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la EternaJuventud, el mítico Alvar Nuñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte deMéxico,en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros, y sólo llegaroncinco de los 600 que la emprendieron . Uno de los tantos misterios que nunca fuerondescifrados , es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un díasalieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde,durante la colonia , se vendían en cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. este delirio áureo de nuestros fundadoresnos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana encargadade estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó queel proyecto era loable con la condición que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metalescaso en la región , sino que se hicieran de oro.
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