¡El extraordinario de hoy!... ¡El extraordinario de hoy!... ¡Con los atracos al Nacional y al Parkerside!
Graham Wellerton se detuvo al oír el grito del vendedor de periódicos. Le dio unos céntimos y recibió la última edición de la noche de un diario neoyorquino.
Miró las titulares, mientras caminaba bajo la cegadora luz de la calle Cuarenta y Dos. Luego dobló cuidadosamente el periódico y se lo puso bajo el brazo al entrar en una estación del subterráneo.
Los pasajeros del metro leían ávidamente los periódicos cuando Graham Wellerton subió al tren y tomó asiento en un rincón. Con su diario bajo el brazo, escrutó con los ojos semicerrados la gente de todas clases sociales que ocupaban el coche y se preguntó cuáles serían sus reacciones al conocer las principales noticias del día.
Los buscadores de sensaciones de Nueva York tenían motivo para estar satisfechos. Las columnas de la Prensa nocturna constituían tema, para una prolongada discusión sobre la ola de crímenes que azotaba a la ciudad.


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