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Información del Libro 'Libro Las manos sucias de Sartre Jean Paul'

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Libro Las manos sucias de Sartre Jean Paul

Enviado por QuedeLibros el 2012-09-13 00:00:00


Resena: Las manos sucias (Les mains sales), drama en siete cuadros, fue estrenado en 1948, época en la que Sartre se mantenía aún muy ligado al Partido comunista. La obra fue acogida críticamente por parte de los sectores comunistas (entonces estalinistas) y puede decirse que marca el punto de inflexión en el estalinismo de Sartre. No es que la obra sea una crítica anticomunista; al contrario. Está en perfecta coherencia con el existencialismo ya bosquejado en La náusea y en El ser y la nada, e incluso con la postura de la Crítica de la razón dialéctica, mucho más tardía.
El drama es sencillo y lineal. Hugo Barine, un joven intelectual, de familia aristócrata, acaba de salir de la cárcel. Dos años antes fue condenado por asesinar a Hoederer, líder del partido comunista, aunque quedan dudas si se trató de un crimen político o pasional. Saliendo de la cárcel, Hugo va a casa de Olga, también militante del partido comunista, y su antigua amante. Llega Louis, actual líder del partido (o uno de sus jefes) con la intención de liquidar a Hugo, porque sabe demasiado. Olga pide una tregua, hasta media noche, para ver si Hugo es o no es recuperable para el Partido. Louis acepta. Olga pide a Hugo que le cuente de nuevo toda la historia. Termina así el primer cuadro. Los cinco siguientes cuentan la historia sucedida en 1943. El séptimo y último recupera el hilo donde se había quedado al final del primero. Año 1943. Estamos en un país imaginario de Europa del este. En la guerra, el rey ha tomado partido a favor de Alemania; después, viendo mal la suerte alemana, el Regente, junto con el jefe del partido conservador, intentan un acercamiento a los comunistas. Hugo, que se ha hecho comunista por idealismo, trabaja en la redacción de un periódico comunista. En esa sede tiene lugar una votación de lo que puede ser el comité político del Partido, para decidir sobre una propuesta del líder, Hoederer: unirse con todas las fuerzas políticas para después de la guerra repartirse el Poder. Hoederer ha ganado. Pero Louis está en contra. Aprovechando los deseos de Hugo de entrar en la lucha, le encarga una misión: liquidar a Hoederer antes de que se reúna con los fascistas y conservadores. Hoederer ha solicitado un secretario —que, no se sabe por qué, tiene que ser casado—; se decide que Hugo ocupe ese puesto, llevándose a su mujer, Jessica...
Los personajes son once, pero la mayoría están dibujados de forma esquemática; son figuras, no personas (Louis, dirigente comunista; los guardaespaldas Georges y Slick; Charles, Ivan, dos militantes con función de simple comparsa; Karsky y el Príncipe, comparsas también). Quedan las dos mujeres, Olga y Jessica; y los personajes centrales: Hoederer y Hugo.
Olga es también un personaje “ideológico”: la militante que hace lo que debe, sin mayores preocupaciones. Está enamorada de Hugo, pero también lo ha estado de otros muchos. Todo sin que se altere en lo más mínimo su perfil estalinista.
Jessica, esposa de Hugo, queda desdibujada adrede. Podemos imaginar que es una burguesa sin ideas, infantiloide, que no ama realmente a Hugo, que no ama nada.
Hugo es el “falso” protagonista. Aristócrata, intelectual idealista, se afilia al partido por deseo de claridad y de justicia. Necesita algo en qué creer, algo que obedecer. Si el mundo está mal y el Partido tiene la solución, todo lo que diga el Partido estará bien y será la verdad. Pero no se atreverá a matar a Hoederer, porque lo admira, lo quiere. Intuitivamente descubre que ése es el
verdadero comunista, es decir, el verdadero hombre. Pero sigue conservando su romanticismo al no comprender que tampoco importa mucho que —por error: falta de comunicación con la URSS— Hoederer haya muerto. En lugar de olvidar todo —como
le recomienda Olga, es decir, el Partido—, de no importarle haberse ensuciado las manos, prefiere entregarse a la muerte. Le importan más las personas que la “línea correcta”. Hoederer es el verdadero protagonista. Es el comunista auténtico. A la vez
humano y “objetivo”. Lúcido, inteligente, con dominio de sí mismo. Está dispuesto a arrostrar la impopularidad, incluso dentro del Partido —cuyo liderazgo ostenta— con tal de facilitar el triunfo de la Revolución y la toma del poder.

Esta interpretación está de acuerdo con unas palabras de Sartre comentando este drama: "Quise que un cierto número de jóvenes, de origen burgués, que han sido mis alumnos o mis amigos, pudieran encontrar algo de ellos en las dudas de Hugo.
Hugo no ha sido para mí un personaje simpático y jamás consideré que tuviera razón frente a Hoederer. He querido representar los problemas de una cierta juventud que, a pesar de sentir una indignación verdaderamente comunista, no
llega a unirse al Partido por culpa de la cultura liberal que recibió. Pero no quise decir que esos jóvenes tuvieran razón o no; en ese caso habría escrito una obra de tesis. Simplemente me he limitado a describirlos. Aunque la actitud de Hoederer es la única que me parece sana"

Las palabras que dan título al drama conducen a la escena central, al diálogo de Hugo con Hoederer (Quinto cuadro, escena tercera). En Las manos sucias Sartre llega a una síntesis de su marxismo y de su existencialismo. Si el hombre no tiene naturaleza, si es libertad, si no es más que el proceso de sus actos, no tiene más remedio que actuar siempre (existencialismo). Hoederer representa esta acción necesaria, a favor de una causa objetiva —la supresión de las clases—, que no puede estar coartada por un moralismo (marxismo).
Sin embargo, la mezcla marxistaexistencialista no podía durar en quien afirmaba que el hombre es el proceso de sus actos, que es fundamentalmente historia.
Si el hombre no tiene naturaleza, si la razón no puede alcanzar nada objetivo, ¿no dará todo igual? ¿No será el afán de justicia un moralismo más, típicamente intelectual? No le queda nada más que el cambio por el cambio, la acción por la
acción, para compensar la falta de verdad.
Cuando, años más tarde, el comunismo se consolida en Rusia y en otros países, adquiere todos los rasgos de la inmovilidad, mientras que Sartre, por su existencialismo, tiene necesidad de cambiar. Si surge alguien o algo a su izquierda, no tendrá más remedio que ponerse a su lado.
Por esto, Sartre tenía que renunciar al marxismo, como así ocurrió. Se quedó sólo con su existencialismo. Es decir, sólo con él mismo. En 1980, cuando Sartre muere, Hoederer está ya muy lejos de Sartre. Las manos sucias quedan como un momento, superado, de la síntesis que Sartre realiza entre el marxismo (“la filosofía insuperable de nuestro siglo”, como dijo una vez para después cambiar) y el existencialismo.

Idioma: Castellano
Categoría: Lengua y Literatura,

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