Resena:
Aquello hedía. Con un hedor extraño, el hedor de una mezcla de olores que
sólo conocen las cabañas sumergidas en los hielos de un campamento antártico,
y en el que se advierten el olor a sudor humano y el denso dejo a aceite de
pescado de la esperma de foca derretida. Un dejo a linimento combatía el rancio
hedor a pieles impregnadas de sudor y de nieve. El acre olor a grasa de cocinar
quemada y el olor animal y no desagradable de los perros, diluidos por el tiempo,
se cernían en el aire.
Los olores a aceite de máquina que subsistían contrastaban claramente
con el de los arneses y cueros. Pero, en cierto modo, entre todo aquel hedor a
seres humanos y a sus compañeros -los perros, las máquinas y la cocina- se
percibía otra tonalidad. Era algo raro, asfixiante, el dejo apenas perceptible de un
olor extraño entre los olores de la industria y de la vida: Y era un olor a vida. Pero
provenía del objeto que yacía atado con cuerdas y lona embreada sobre la mesa,
goteando lenta y metódicamente sobre los pesados tablones, húmedo y delgado
bajo el resplandor sin pantalla de la luz eléctrica.
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura,
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