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Información del Libro 'Los Reyes De Las Estrellas - Hamilton Edmond'

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Los Reyes De Las Estrellas - Hamilton Edmond

Enviado por librosgratisweb el 2012-09-20 00:00:00



La primera vez que John Gordon oyó aquella voz en su mente creyó que se estabavolviendo loco. Le ocurrió una noche en el momento en que se quedaba dormido A travésde sus soñolientas ideas, la voz habló clara y escuetamente:—¿Me oyes, John Gordon? ¿Oyes mi llamada?Gordon se sentó en la cama, súbitamente despierta y un poco asustado. Había algoextraño e inquietante en todo aquello. Después se encogió de hombros. El cerebro gastaa veces extrañas bromas cuando un hombre está agotado y medio dormido. No debíatener importancia.Lo olvidó hasta la noche siguiente. Entonces, y en el momento en que empezaba asumergirse en el reino de los sueños, oyó de nuevo la voz.—¿Me oyes? Si me oyes, trata de responder a mi llamada.De nuevo Gordon se incorporó; esta vez un poco preocupado. ¿Ocurría algo anormalen su cerebro? Siempre había oído decir que era mal síntoma empezar oír voces. Habíaregresado de la guerra sin un rasguño, pero acaso todos aquellos años de volar sobre elPacifico habían perturbado su cerebro. Quizá sería uno de aquellos casos depsiconeurosis retardada.¡Qué diablos, me excito por nada! Todo esto no son más que nervios y cansancio", sedijo vagamente. ¿Cansado? Sí, realmente lo estaba. Lo había estado desde que llegó aNueva York al terminar la guerra. Es posible coger un contable de una compañía deSeguros de Nueva York y hacer de él un piloto de guerra que maneja un bombardero detreinta toneladas con la misma facilidad que sus cifras. Es posible hacerlo, porque lohabían hecho con John Gordon. Pero al cabo de tres años, no es tan fácil desmovilizarlodiciéndole "Gracias" y dándole una condecoración, mandarlo de nuevo a su oficina.También esto lo sabía Gordon, por amarga experiencia.Era curioso. Durante el tiempo que estuvo sudando sangre y jugándose el pellejo sobreel Pacífico, no dejó nunca de pensar cuan agradable sería volver a su oficina y a sumodesto alojamiento. Había regresado y todo estaba igual que antes. Pero él no era elmismo. El John Gordon que había regresado era el hombre aguerrido de las batallas, elpeligro y la muerte súbita, pero incapaz de estar sentado en su escritorio y sumar cifras.Gordon no sabía lo que quería, pero no era un empleo en una oficina de Nueva York.Trató de quitarse esta idea de la cabeza. Había luchado por volver a seguir su vieja rutinay esta lucha no había hecho sino aumentar su inquietud. ¡Y ahora aquella extraña vozdentro de su cráneo! ¿No significaría aquello que su estado nervioso se iba apoderandode él y perdía la cabeza?Pensó en ir a consultar un psiquiatra, pero rechazó la idea. Le parecía mejor lucharsolo. Y así la noche siguiente Gordon se dispuso a esperar la voz decidido a convencersede que era una ilusión. Ni aquella noche ni la siguiente oyó la voz y se dijo que el asuntohabía terminado, pero la tercera noche la oyó más fuerte y distante que nunca.—John Gordon, ¡escúchame! No te hagas ilusiones. Soy otro hombre que hablocontigo gracias a los medios de una ciencia que poseo.Gordon yacía en un estado de semisomnolencia y la voz le pareció de una autenticidadsorprendente

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