El Menéxeno es un epitafio o discurso fúnebre convencional, enmar-cado en dos partes dialogadas que sirven de preámbulo y epílogo. El in-terlocutor de Sócrates es, en este caso, el joven Menéxeno, pertenecien-te a una familia de cierta raigambre en la vida pública, que ha llegado a la edad de la efebía y está en posesión de los derechos que confiere la legislación ateniense. Menéxeno, que se muestra muy interesado por la oratoria, informa a Sócrates sobre la elección del orador encargado de pronunciar la oración fúnebre anual. Sócrates, en un tono irónico y arrogante, y en un contexto que desvirtúa algunas de sus afirmaciones habituales, desmitifica ante el joven las tareas de los oradores e insiste, sobre todo, en la facilidad con que elaboran este tipo de discursos1. Él mismo se ofrece a pronunciar uno muy concreto: el que ha aprendido de Aspasia, la famosa hetera jonia, compañera de Pericles, compuesto a base de la soldadura de partes improvisadas y restos de un anterior dis-curso que había escrito para aquél. A continuación, Sócrates comienza su peroración por el elogio de los muertos en el combate, continúa con la relación de los acontecimientos históricos más destacados hasta la paz de Antálcidas, y finaliza con la prosopopeya de los muertos -que exhortan a sus descendientes a tenerlos presentes e imitarlos- y con una consolación a los padres, en que se recuerdan los desvelos del Estado para con ellos y para con los huérfanos de los desaparecidos.
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