Despertó y por un instante se quedó contemplando el cielo raso, apenas visible al débilresplandor colorado, sintiendo el duro colchón bajo su espalda. Giró la cabeza, vio unmuro y un panel en ronde brillaba el indicador rojo.Bajó las piernas de la estrecha litera y se incorporó, sentándose al borde de la misma.La habitación era pequeña, pintada de gris, carente de adornos. El dolor le hacía palpitarla sien. Se arremangó la manga ahuecada de la extraña prenda de olor púrpura ycontempló una serie de punzadas en la piel. Reconoció la marca de un Cazadorhambriento. ¿Quién se habría atrevido?Su mirada captó de súbito una oscura forma en el suelo. Se deslizó de la litera y searrodilló sobre el inmóvil cuerpo de un individua ataviado con una túnica púrpuramanchada de sangre. Gentilmente dio vuelta al cuerpo.¡Ammaerln!Buscó la muñeca. Le latía el pulso débilmente. Se levantó... y vio un segundo cuerpo y,cerca de la puerta, dos más. Rápidamente se acercó a todos ellos, uno después del otro.Los tres estaban muertos, odiosamente acuchillados. Sólo Ammaerln respirabatodavía.
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